lunes, 15 de octubre de 2007

Proyecto de vida


Salí de mi casa esa mañana como a las 9. Las ojeras me pesaban debido al trabajo de la noche anterior, pero los bellmont y el café cumplieron. El calefón no funcionaba, asi que luego de la hipotermia procuré cambiar las medias y el vestido por las calcetas de lana y el pantalón. Mis llaves habían quedado sobre una ajena mesa de entrada, por lo que al regreso tendría que obligadamente desviar mi camino.

El paradero estaba vacío, algo que no se ve comunmente los días de semana. Me senté cerca del aviso publicitario para descifrar el grafitti que tapaba la cara de Blanca, decía algo así como "Thefun.." algo, supuse que no era una caligrafía legible, miré a la derecha y divisé la 417.
Pagué con mil pesos, nunca he pretendido ni me he esforzado por saber cuánto es el vuelto que debo recibir, ni mucho menos contar las monedas de $10 y hacer cálculos mentales, nunca fui buena para eso. Me senté donde llegaba el sol, mirando por la ventana cochina para ver a las señoras llenas de bolsas con los cabros chicos, los viejos de la "contru", los pendejos en plaza ñuñoa haciendo la simarra, etcétera.

Eran las 9 con 45 y estaba casi llegando a Providencia con Pedro de Valdivia, me paré para tocar el timbre, estaba malo, pero como nunca me he permitido pegar el grito pa' delante, esperé a que se bajara la señora en Manuel Montt, niun apuro.
Se me revolvía la guata por todo el café que había tomado la noche anterior, esa sensación como de acoplamiento, como suelo definirla desde los 16, cuando acostumbraba sufrir con las guías de Historia.
Ni ganas de fumar tenía.
- Buenos días, vengo a entregar un informe. - Déjelo acá no más, cuando llegue Don Rodrigo yo se lo entrego personalmente. Si es tan puta la weona. Me senté en esos bancos que hay en Pedro de Valdivia y prendí un cigarro, total no me quedaba otra. Me acordé de cuando venía al dermatólogo y me ponía a fumar acá hasta que me dieran las 4 y media, sigue igual de piola.
Odio pegarme estos piques para trámites tan concisos, decidí ir a la contrapunto, para ver esos libros de arquitectura de 60 lucas.

Al entrar, vi que estaba Javier, con su pelo corto, afeitadito, parecía cabro chico con ese polerón adidas, el gorro de lana que compramos juntos en Chiloé y sus pantalones sucios. No tenía ganas de saludarlo, ni de hablar sobre el viernes. Opté por salir antes de que diera la lata. Soy muy mala para esos encuentros imprevistos e incómodos, cuando no sabes si el otro quiere seguir en su asunto, o desarrollar la conversación en un lugar más íntimo, prefiero evitar el expandimiento de supuestas opciones.

A medida que me alejaba del Drugstore, supe que no debía encontrarme ahí, en Providencia, a esa hora, debía estar en la Universidad o fuera de Chile, llevaba meses perdidos en un proyecto que estancaba 3 años de mi vida acá, en esto, con ellos. Era muy tarde para retomar antiguas travesías a las que les tuve fe, a las que hice que el resto les tuviera fe, en lo que yo creí. No obstante decidí hacer un proyecto, nosé porqué, no me interesaba tampoco, era por hacer algo útil, por ocupar mi tiempo escribiendo líneas sin sentido en Word, para que a raíz de eso tuviera que comprar muchos cigarros, porque me estresaba, mucho café, porque requería mis días y mis noches. Lo hice por empezar algo y culminarlo, por entregarme a alguien, no a una persona, a un sistema, un ordenamiento, una rutina. Lamentablemente, creo que será aceptado, creo que valdrá la pena el esfuerzo, que mejorarán mis condiciones de vida, pero yo no quería eso realmente.
Cambié mi dirección nuevamente hacia el edificio, corrí -desde el colegio que no corría así- llegué chascona, con la cara roja y la chaqueta desarmada. Le pedí devuelta el documento a la secretaria - No mijita, ya le avisé a Don Rodrigo para que lo pasara a retirar- ¡Qué me importa!, cómo mi futuro caos de vida, de sedentarismo, estaba en sus manos.
- Usted me obligó a usar la fuerza.-

El departamento está sucio, más que antes, mi pieza desordenada, la toalla húmeda sobre la silla del computador
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Como si hubiese valido la pena en algún momento.




jueves, 11 de octubre de 2007

INCONMENSURABLE ESTE HOMBRE

No hay contrastes entre todo lo que ha hecho y ha convertido Gepe, la misma suavidad, la misma línea con mínimas variaciones, ya sea en batería, en su metalófono fisher price, lo que sea, es lo mismo y cada vez mejor. Aunque escuche su música de atrás para adelante, aunque pegue celosía y después sol de oro, es el mismo orgasmo musical.








No puedo unir mis palabras porque es inconmesurable lo que desencadena, porque no puedo escuchar otras descripciones que no sean las de sus letras, estoy condicionada a hacerlas mías, a encontrarlas en todo lo que escucho, es inmeso y saturado. Es sumergirse para no volver, para hacer mío su paraje idílico y que me complasca de una manera distinta cada vez que me hundo en él, en su mezcla eufónica, su voz reposada, floja y matizada, con la que me aparta de todo, una y mil veces seguidas, esporádicas u ocasionales.
Me domina excesivamente como para dejarlo, como para no saber en que lugar estará tocando sus canciones en este momento. Sé que hoy toca en Madrid en el Festival VivAmérica, y así como va estará cada vez más lejos, pero permanece en la camioneta de mi papá, en la estación Pedro de Valdivia, en cualquier parte donde nos reencontramos.
No me obsesiona enfermamente, sin embargo sus canciones se mimetizan en la mayoría de los aspectos de mis tiempos, mis lugares y mis ocasiones y me convence de que la música no pasa sólo por los oídos, no son notas musicales, no es tangible, sencillamente vive.

Y espero verlo algún día en la calle con una mochila universitaria y su mp3, o que paremos en el mismo semáforo y verlo en el auto de al lado, escuchando Pet Shop Boys, sería igual de bueno que lo que ha sido en la segunda fila del teatro oriente, o al final de la sala de m100.



miércoles, 10 de octubre de 2007

Desbordante

La parcialidad de los hechos cuando se cree que todo ya está direccionado. Imperfecto, inacabado, arbitrario. A pesar de la ineptitud y el defecto, yo permanecía en los pies helados sobre la mesa del lunes en la mañana, o mirando la pared cochina de la casa de alfrente y hasta en el árbol verdoso de Ortuzar llegando a Itata. Quizás traté de aludir a una falta de interés, pero como siempre creí, nunca estuve ahí, no merecía mi atención. Si hasta la vieja drogada de providencia le prestaba más interés a los desconocidos que pasaban fumando sin percatarse de ella.


Supongo que ahora tengo que recolectar muchas cosas para plasmar y denotar, aquí o en cualquier parte, como la linda canción que escucho todos los lunes, como el pasto con margaritas de la esquina, o las risas y el desorden.


Sin embargo, no estoy de acuerdo a que la gente normal deje pasar actos de significación que hasta me atrevería a considerar universales, como la variedad de cielos a lo largo del año, o las nubes del sur, o el sol con frío a las 8 de la mañana. No sé, no entiendo para qué pretendemos ser grandes personas si lo grande está tan cerca y es tan pequeño.
Existe, aunque lo de por hecho, excepciones o anomalías y particularmente fue de la gente con la que yo compartí. Y a mi no me extraña esa rareza, diversidad, libertad o autonomía, me preocupa que hayan personas que no compartan o la falta de empatía, cuando hay lazos, por supuesto.


De todas formas la monotonía me rebata. Pero cuando la simpleza se revaloriza, hay otras cosas para exceder, cada vez mas pequeñas.